lunes, 24 de diciembre de 2012

Datrebil. Esc 3: Honraras a tu Padre.


-¡¡Ines, despierta!!! Corre escóndete, no tenemos mucho tiempo!-dijo un hombre ya mayor, con la voz temblorosa.
En la cama yacía una joven con una larga melena morena, mejillas rosado y pequeña boca de piñón que se despertó de un salto y casi tan turbada como su pobre padre.
-¡Padre! ¿Qué ha pasado quién es?-dijo la joven con la respiración alterada
-¡Hija  son los Granates, me han encontrado, ven rápido!- el padre cogió a la joven y la metió en un viejo ropero- Ines escúchame, pase lo que pase no salgas de aquí ni dejes que  te encuentren, en cuanto puedas vete de aquí y corre hacia las montañas-dijo el padre cerrando la puerta del armario.
De pronto se oyó un gran golpe a sus espaldas y tras él la puerta de la habitación se precipito contra el suelo. Tras un breve forcejeo dos Guardias Granates consiguieron sujetar  al padre mientras esperaban la aparición de su jefe. No tardo mucho en aparecer.
Las voces de los Guardias Granates cesaron y desde el fondo del pasillo se oían cada vez más cerca unos pasos de unas botas de militar que congelaban la sangre.  Allí apareció un hombre de mediana edad de complexión fuerte con perilla y bigote que vestía con una gabardina de cuero granate de oficial, botas, cinturón y guantes negros. En su cinturón se podía observar un sable de asalto, un arma muy utilizada por los oficiales de la Guardia Granate y en la solapa izquierda de la gabardina se podían adivinar unos galones que correspondían a la graduación militar de Coronel. El Coronel esbozo una leve sonrisa mientras e quitaba la gorra dejando al descubierto unas grandes entradas y un pelo con corte militar moreno tirando a canoso y admiraba su captura con una penetrante mirada de ojos verdes.
-Vaya, vaya, vaya… Don José Esperanto, perdone que viniera sin avisar pero no podía arriesgarme a que saliese repentinamente de la ciudad- señalo en Coronel- permítame que me presente aunque dudo que no sepa quién soy… Coronel Ferrand Bizzarro, para servirle a usted y a Datrebil.
-Se perfectamente quien eres Bizzarro, un bastardo engreído-José Esperanto no podía soportar  la ironía que utilizaba el coronel
-¿Bastardo? Eso son palabras mayores para un gusano  como tú. ¿Crees que puedes  ir por ahí hablando de lo que quieras sin asumir las consecuencias?-el Coronel Bizzarro desenvaino su sable y propino un golpe en la cabeza a Esperanto con la empuñadura- El oficio de periodista no está lo suficientemente pagado ¿no crees?- y volvió a levantar su mano contra él.
-Si crees que podrás silénciame estas muy equivocado… puedes matarme pero habrá otros como yo-José Esperanto se creció.
-¿Silenciarte? ¿Matarte? ¿Quien ha hablado de eso? Te advertí que no te metieras donde no te llamaban pero no hiciste caso y ahora el Sénior me ha pedido que acabe contigo, pero as resultado ser un sujeto muy escurridizo. Matarte ahora sería demasiado fácil. Pienso dialogar contigo, no te preocupes. Morías. Lenta y dolorosamente, pero morirás- El Coronel Bizzarro acabo estas palabras con una pequeña sonrisa de satisfacción que hizo que el periodista perdiera todo impulso de contestar-Caballeros, llévenselo y registrad la casa. Tengo entendido que este desgraciado tiene una hija. Si la encontráis espero que sepáis hacer que pase un buen rato-ordeno con una mirada irónica a sus soldados.
-No se preocupe coronel, la joven nunca lo olvidara-respondió entre risas uno de los soldados.
Tras esto el Coronel Bizzarro abandono la estancia junto a dos de sus hombres que llevaban encadenado a José Esperanto que suplicaba al cielo en silencio que aquellos cerdos no encontraran a su hija. Los otros dos soldados bajaron al primer piso de la casa para empezar su búsqueda.

La joven Ines había escuchado atónita las palabras de aquel Coronel de la Guardia Granate, capaces de evocar terror en el corazón del más valiente de los guerreros. Aquella seria la última vez  que vería a su padre con vida. Tras la impresión de ver como detenían a su padre reunió algo de valor para cumplir lo último que le había pedido. Que huyera. Sabía perfectamente que si se quedaba allí el destino que le aguardaba no era mejor que el de su padre, asique salió del ropero y salto hacia afuera por una ventana y tras escalar torpemente por un canalón llego al suelo, donde encontró aliada en la oscuridad de la noche que cubrió su escapada. Comenzó a correr como nunca antes lo había hecho en dirección a las montañas del norte, era un territorio poco poblado donde con suerte no se toparía con Guardias Granates. En poco tiempo la joven Ines Esperanto desapareció entre las tinieblas.

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