jueves, 23 de febrero de 2012

Thanatos

A continuación os dejo un texto de un compañero escritor que no tiene desperdicio, os recomiendo su lectura encarecidamente:


El instinto de muerte. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es  si no? En cuanto tenemos una mínima noción de pensar, ya está ahí, nos ronda y lo notamos, lo vemos y aunque no lo entendemos, sabemos qué es. Al principio nos da miedo, conforme crecemos lo empezamos a comprender y cuando queda poco para encontrarnos con ella, la aceptamos. Es la guía de nuestras vidas, por redundante que pueda sonar, pero así es. Aunque, no soy yo el que ha descubierto tales obviedades, pues toda persona sabe que en cuanto nacemos empezamos a morir. Y no podemos hacer nada contra ello; es lo más natural que existe. Nada dura para siempre, nada que no sea masa o energía propiamente dicha. Y en nosotros hay una tercera “entidad”, algo que se forma por culpa de esa energía y masa que nos compone, pero de la cual con toda probabilidad MUERE cuando la energía “se esfuma” de la masa que forma nuestro débil cuerpo.
Esa tercera “entidad”, a la cual llamamos mente, sobre la cual, seguramente ya existirá una explicación desde el punto de vista de la química acerca de qué es y como “se produce” y la cual no acabo de conocer (por desgracia), alberga pensamientos, conocimientos, emociones, sentimientos, información a fin de cuentas que se mueven sin descanso a lo largo de esa intrincada red de células nerviosas que forma nuestro cerebro; y que con la muerte de nuestro organismo desaparece, o al menos, queda encerrada en esas células que en poco tiempo se romperán y pasarán a ser meros elementos químicos en un universo compuesto por esos mismos elementos, desapareciendo con este proceso cualquier esperanza de recuperar esa información, una información que en vida, fue lo más preciado que tuvimos nunca.
Ya que, ¿como podría ser otra persona o cualquier otro ser vivo importante para nosotros, si no hubiésemos llegado a sentir algo por él? Es decir, si no se hubiese formado o creado ese sentimiento, información como he dicho antes, que se acumula en esas células. ¿Cómo si no, podemos llegar a desempeñar un destino, un trabajo, una forma de vivir, si no es almacenando conocimientos en esas células relacionados con ese trabajo o forma de vivir? Sin esa información no seríamos más que meros animales que se guían por instintos y como tales, sienten la muerte, y aunque es posible que se quieran resistir a morir, no pueden reflexionar sobre ella ni sentir que pierden lo que sentimos que perdemos. Esa información que hemos acumulado a lo largo de la vida, que nos hace sentir de alguna forma especiales, queridos, útiles, incluso necesarios para algo o alguien.
Y es por eso, que deseamos vivir al límite siempre. Es por esa razón, por la que hay dichos o formas de pensar como el “carpe diem”, el “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, el “prefiero no arrepentirme de no haberlo hecho”. Es por esa razón, por la que queremos dejar una muestra de nuestra existencia, por lo que (apartando el instinto a un lado) queremos reproducirnos y perpetrar la especie, por demostrar que existimos, y si en ese camino a nuestros hijos podemos cederle de alguna forma la historia de nuestra vida, lo haremos, pues de forma quizá oculta, es lo que más deseamos en nuestro corazón, en nuestro alma, en nuestra mente a fin de cuentas. Es por esa razón, por la que vamos siempre con prisa a todos lados, haciéndolo todo deprisa y corriendo, porque nos falta tiempo siempre,  pues sentimos que se nos agota y queremos aprovecharlo, aunque en la mayoría de los casos acabemos por desperdiciarlo. Pero la idea de querer vivirlo todo está ahí, ya que un día, nuestro cuerpo morirá, y nuestra mente desaparecerá, y para entonces querremos haber hecho de la información de nuestra mente la mejor historia que podamos coleccionar en la vida, aunque eso no quite que finalmente desaparezca con el último aliento de vida de nuestros pulmones y el último latido de nuestro corazón.
Es por esa misma razón, por la que escribo esto. Soy una persona que ha querido saber lo que es amar hasta “dolerle el alma”, y que intenta aprender y acumular la mayor cantidad de conocimientos que tenga a su alcance, y que le gustaría ceder esos conocimientos y esa historia, mi vida, a alguien algún día de alguna forma, antes de que mi mente desaparezca con mi muerte, pues aunque antes de morir sintamos que nuestra vida ha sido lo más precioso que nos ha pasado y ver lo mucho que ha valido la pena hacer todo lo que hemos hecho a lo largo de ella, cuesta mucho despedirse de lo mejor que hemos tenido nunca. Y llega a ser doloroso saber que ni siquiera podremos despedirnos realmente de nuestra vida.
Por lo que solo pediré una cosa:
VIVID.

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