La capacidad de mando, de influir en los demás, de controlar
sus acciones… es algo que ha obsesionado al hombre desde que el mundo es mundo,
ha hecho de ese deseo, el eje central de todo lo que hoy conocemos. Todos los
mecanismos, tanto militares, económicos, culturales e incluso artísticos, tienen
alguna intención de influir y controlar a los demás. Desde que el ser humano descubrió
que unidos tendrían más posibilidades de sobrevivir, salió a escena el deseo de
que alguien en esa comunidad destacara como líder y se hiciera con la capacidad
de controlar a sus semejantes, esa sensación de control es algo que nos ha
emborrachado y obsesionado a quien mas y quien menos y que desde siempre se ha
intentado conseguir. Esa imagen de líder, ha sido siempre por suerte o por
desgracia algo necesario. Las comunidades humanas siempre han necesitado a
alguien que les guie, que les alumbre y como no, alguien a quien dirigir sus
recriminaciones cuando algo no salía bien. Esa figura de líder ha sido algo que
ha existido siempre y lo seguirá haciendo, la única diferencia, ha sido el modo
de conseguir llegar a ese puesto.
Muchos personajes en la historia lo han intentado mediante
la fuerza, sin ir más lejos, podéis abrir
un libro de historia por cualquier página y observareis sin duda, la
historia de alguien que intentó mandar por
medio de la fuerza, que intentó controlar el poder. Siempre ha sido la
manera más sencilla de conseguir el control de tus semejantes, simplemente
imponiendo tu poder. Por otro lado, "afortunadamente" el poder no ha
sido la única vía de conseguir el control, también existe otra forma que aunque
es más difícil de conseguir y de mantener, es una que siempre está más bien vista
y consensuada, la autoridad. La autoridad es la capacidad de control que se le
otorga a una persona por sus cualidades o sus capacidades de acuerdo a sus
semejantes. No es algo que impones por la fuerza, es algo que consigues porque
tú lo vales. En la actualidad, nuestro sistema democrático nos garantiza que nuestros
gobernantes gocen de autoridad y no de poder. En teoría, porque en estos tiempos
modernos podemos observar que las espadas y los escudos se han convertido en
billetes y mercados, de manera que podemos
ver a lideres disfrazados de autoridad imponiendo su poder.
Los tiempos modernos han distorsionado estos términos y los
han corrompido. Para hacerlo más gráfico pongamos a la España de hace 40 años, una España sumida
en la dictadura franquista, ¿Quién no ha visto las imágenes de las revueltas
estudiantiles que pedían libertad y que acababan siendo disueltas a base de
golpes y tiros por los “grises”?
Pensándolo fríamente es algo normal, una dictadura es un sistema de poder, el
cual, el dictador impone por la fuerza a todo aquel que no se quiera someter. Pero
ahora, en el 2012, ¿han cambiado las cosas? Vivimos en una democracia, la gente
que nos gobierna goza de una autoridad que nosotros le hemos “otorgado” por sus
cualidades, y por lo tanto no tiene porque reprimir a las masas como antaño,
por lo tanto ¿cómo es que me es tan familiar la escena que pudimos ver hace
unos días de unos policías disolviendo a base de golpes una manifestación de
estudiantes que pedían mejor educación y libertad? ¿No se supone que estas
cosas no deberían de pasar? ¿O es que va a resultar que la gente que nos
gobierna ha abusado de su autoridad y ahora nos impone su poder?
Puede que la autoridad en este país nunca haya existido, que
solamente haya sido el poder disfrazado, por eso se preocupa tanto de reprimir
a todos aquellos que osan desenmascararlo, pero hay algo con lo que no cuentan,
esta vez somos más, no tenemos futuro, ni nada que perder, y no nos podrán
silenciar. Este puede ser el principio del fin, el principio de SU fin.
A continuación os dejo un texto de un compañero escritor que no tiene desperdicio, os recomiendo su lectura encarecidamente:
El
instinto de muerte. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es si no? En cuanto tenemos una mínima noción de
pensar, ya está ahí, nos ronda y lo notamos, lo vemos y aunque no lo
entendemos, sabemos qué es. Al principio nos da miedo, conforme crecemos lo
empezamos a comprender y cuando queda poco para encontrarnos con ella, la
aceptamos. Es la guía de nuestras vidas, por redundante que pueda sonar, pero
así es. Aunque, no soy yo el que ha descubierto tales obviedades, pues toda
persona sabe que en cuanto nacemos empezamos a morir. Y no podemos hacer nada
contra ello; es lo más natural que existe. Nada dura para siempre, nada que no
sea masa o energía propiamente dicha. Y en nosotros hay una tercera “entidad”,
algo que se forma por culpa de esa energía y masa que nos compone, pero de la
cual con toda probabilidad MUERE cuando la energía “se esfuma” de la masa que
forma nuestro débil cuerpo.
Esa
tercera “entidad”, a la cual llamamos mente, sobre la cual, seguramente ya
existirá una explicación desde el punto de vista de la química acerca de qué es
y como “se produce” y la cual no acabo de conocer (por desgracia), alberga
pensamientos, conocimientos, emociones, sentimientos, información a fin de
cuentas que se mueven sin descanso a lo largo de esa intrincada red de células
nerviosas que forma nuestro cerebro; y que con la muerte de nuestro organismo
desaparece, o al menos, queda encerrada en esas células que en poco tiempo se
romperán y pasarán a ser meros elementos químicos en un universo compuesto por
esos mismos elementos, desapareciendo con este proceso cualquier esperanza de
recuperar esa información, una información que en vida, fue lo más preciado que
tuvimos nunca.
Ya que,
¿como podría ser otra persona o cualquier otro ser vivo importante para nosotros,
si no hubiésemos llegado a sentir algo por él? Es decir, si no se hubiese
formado o creado ese sentimiento, información como he dicho antes, que se
acumula en esas células. ¿Cómo si no, podemos llegar a desempeñar un destino,
un trabajo, una forma de vivir, si no es almacenando conocimientos en esas
células relacionados con ese trabajo o forma de vivir? Sin esa información no
seríamos más que meros animales que se guían por instintos y como tales,
sienten la muerte, y aunque es posible que se quieran resistir a morir, no
pueden reflexionar sobre ella ni sentir que pierden lo que sentimos que
perdemos. Esa información que hemos acumulado a lo largo de la vida, que nos
hace sentir de alguna forma especiales, queridos, útiles, incluso necesarios
para algo o alguien.
Y es
por eso, que deseamos vivir al límite siempre. Es por esa razón, por la que hay
dichos o formas de pensar como el “carpe diem”, el “no dejes para mañana lo que
puedas hacer hoy”, el “prefiero no arrepentirme de no haberlo hecho”. Es por
esa razón, por la que queremos dejar una muestra de nuestra existencia, por lo
que (apartando el instinto a un lado) queremos reproducirnos y perpetrar la
especie, por demostrar que existimos, y si en ese camino a nuestros hijos
podemos cederle de alguna forma la historia de nuestra vida, lo haremos, pues
de forma quizá oculta, es lo que más deseamos en nuestro corazón, en nuestro
alma, en nuestra mente a fin de cuentas. Es por esa razón, por la que vamos
siempre con prisa a todos lados, haciéndolo todo deprisa y corriendo, porque
nos falta tiempo siempre, pues sentimos
que se nos agota y queremos aprovecharlo, aunque en la mayoría de los casos
acabemos por desperdiciarlo. Pero la idea de querer vivirlo todo está ahí, ya
que un día, nuestro cuerpo morirá, y nuestra mente desaparecerá, y para
entonces querremos haber hecho de la información de nuestra mente la mejor
historia que podamos coleccionar en la vida, aunque eso no quite que finalmente
desaparezca con el último aliento de vida de nuestros pulmones y el último
latido de nuestro corazón.
Es por
esa misma razón, por la que escribo esto. Soy una persona que ha querido saber
lo que es amar hasta “dolerle el alma”, y que intenta aprender y acumular la
mayor cantidad de conocimientos que tenga a su alcance, y que le gustaría ceder
esos conocimientos y esa historia, mi vida, a alguien algún día de alguna
forma, antes de que mi mente desaparezca con mi muerte, pues aunque antes de
morir sintamos que nuestra vida ha sido lo más precioso que nos ha pasado y ver
lo mucho que ha valido la pena hacer todo lo que hemos hecho a lo largo de
ella, cuesta mucho despedirse de lo mejor que hemos tenido nunca. Y llega a ser
doloroso saber que ni siquiera podremos despedirnos realmente de nuestra vida.
Por lo que solo pediré una cosa:
La justicia, un mecanismo existente en las sociedades
humanas desde sus albores. Esta palabra, se usa para representar a todo aquello que reparte los derechos a
cada uno de sus dueños, que castiga al que infringe las reglas y que garantiza
la igualdad de todos los sujetos a la hora de ser juzgados. Es un poder, al
cual la democracia hizo independiente del resto, ya que, la justicia debe ser
imparcial y no debe estar sometida a ningún poder civil. ¿Todas estas palabras
son muy bonitas, verdad? Qué mecanismo tan ideal se inventaron nuestros antepasados
para regir las normas y defender nuestros derechos ¿no? Pues no. Esto no es tan
perfecto. La realidad de lo que de verdad es hoy la justicia es otra muy
diferente. Las siguientes palabras van dedicadas a la señorita Justicia, en
honor a las vacaciones que al parecer se está tomando.
La Justicia que nos encontramos hoy en día, viola todos y
cada uno de los apartados de la definición
anterior. No es imparcial, no es igualitaria, no defiende nuestros
derechos y no reparte ganancias. Es un artículo más, cuya venta está reservada
a aquel que pague más. ¿Es ético que este mecanismo, salga a subasta cada vez
que aparezca alguien con poder económico o político? No, ¿verdad? Pero sin
embargo, ¿vosotros que es lo que veis?
Quien más o quien menos, ha oído en la televisión la sentencia al juicio
de algún político, ya que en nuestro país, nuestros políticos suelen pasar
mucho por el juzgado. También, investigando un poco, podemos encontrar sentencias de juicios que no tiene
tanta repercusión mediática pero que sin embargo, también se producen. ¿Las habéis comparado? ¿No? No importa,
vamos a compararlas.
Hace poco, salió en la prensa el caso de un hombre por el
que pedían un año y medio de prisión por robar media barra de pan, alegando que
usó violencia, que era un sin techo, etcétera. Poco tiempo después, Francisco
Camps, ex -presidente de la Comunidad Valenciana, fue absuelto sin cargos del “caso
de los trajes”, ya que un jurado
“popular”, lo consideraba no culpable de la trama "Gürtel", en el cual se
había visto envuelto por aceptar sobornos en forma de trajes. Leyendo un poco
la prensa, vi que el jurado popular que lo había absuelto, se tardo casi 3
meses en elegir, mucho más de lo normal, y que la sentencia había sido escrita
con faltas de ortografía, ¿vaya jurado más adecuado, no? Borregos para absolver
a un corrupto. Sí, muy adecuado. Otro caso, muy particular de lo bien que
funciona la justicia en este país es que el juez Garzón, en mi opinión uno de
los mejores de España, que ha sido capaz de perseguir a ETA, destapo la verdad
sobre los GAL, luchó por que se hiciera justicia en Chile y Argentina en favor de las victimas de sus respectivas dictaduras,
pero se metió con quien no debía, en su propio país. Destapar la trama de
corrupción “Gürtel”
e intentar devolver la dignidad a las víctimas del franquismo, le ha costado la
suspensión y que por muy injusto e ilógico que le pueda parecer a la razón
humana, que se vea obligado a afrontar una acusación judicial. El juez, perseguido
por la justicia ¿es eso normal? Lo dejo a su opinión. Yo simplemente digo, que
la justicia es ciega, sorda…y también tonta del culo.